La adolescencia es un periodo sensible para los problemas
psicológicos y entre ellos, el trastorno límite de personalidad
(TLP). Los rasgos de personalidad poco adaptativos tienden a
desaparecer con la edad, pero existen adolescentes que persisten en
ellos o incluso en los que aumentan. El término TLP fue creado por Adolph
Stern en 1938 cuando identificó un grupo límite
de pacientes que no encajaba en ninguno de los trastornos
existentes y eran muy difíciles manejar. El TLP se caracteriza por
la inestabilidad emocional, alteración de la identidad y de las
relaciones interpersonales, impulsividad, la presencia de
autolesiones y tendencias suicidas. Si diagnosticamos el TLP en la
adolescencia, mientras los síntomas límite son todavía flexibles,
podremos facilitar la transición a la vida adulta. La Teoría
biosocial de Linehan señala la importancia de las experiencias
tempranas de los niños en el desarrollo del TLP. La invalidación
emocional temprana por parte de los cuidadores limitaría las
oportunidades para que el niño aprenda a experimentar y controlar
diferentes estados emocionales.
En una revisión sistemática realizada recientemente por Skabeikyte y Barkauskiene (2021), cuyo objetivo era identificar los factores que están asociados con el curso de los síntomas del TLP durante la adolescencia, los autores encontraron que el temperamento infantil, la psicopatología comórbida y las experiencias interpersonales actuales están relacionados con la evolución de dicha sintomatología. En cuanto a los factores relacionados con el curso del TLP durante la adolescencia, se han tenido en cuenta varios dominios: características de la infancia, factores interpersonales, psicopatología parental y otros factores parentales. En la infancia, si miramos las dimensiones del temperamento, tales como altos niveles de emotividad, actividad y bajos niveles de sociabilidad y timidez en la infancia, fueron predictivos de aumentos en los niveles promedio de las características del TLP durante la adolescencia. Sin embargo, el vínculo entre la afectividad negativa en la adolescencia temprana y los aumentos en los niveles medios de las características del TLP de la adolescencia media parece no ser directo, sino que está mediado por disminuciones en las habilidades de autocontrol. La impulsividad y la gravedad del trastorno negativista desafiante evaluados en la adolescencia también se asociaron con niveles promedio más altos de síntomas de TLP a lo largo de la adolescencia. El abuso de alcohol, drogas y síntomas de depresión mayor están asociados con una disminución más lenta de los síntomas del TLP durante la adolescencia. Por otro lado, los síntomas de TDAH y somatización informados por los adolescentes también predijeron una trayectoria elevada o creciente de los síntomas. Los niveles más bajos de funcionamiento psicosocial general en los niños fueron estadísticamente predictivos del diagnóstico clínico de TLP en un seguimiento posterior.
Si hablamos de factores interpersonales, los estudios muestran que la experiencia de agresión relacional en el contexto de la amistad predice la trayectoria elevada o creciente de los síntomas del TLP. Además, la violencia psicológica y sexual, así como el apoyo y el antagonismo percibidos en las relaciones románticas predicen aumentos en los niveles medios de las características del TLP a lo largo del tiempo. La calidad de la relación con el padre predijo disminuciones más lentas en las características del TLP durante la adolescencia, pero, curiosamente, las relaciones familiares, el apoyo social de amigos y familiares no se asociaron de forma estadísticamente significativa con cambios en los síntomas del TLP. Entre los factores parentales, la exposición a la violencia de pareja íntima entre los padres fue el único factor asociado con los cambios en los síntomas del TLP y predijo disminuciones más lentas en los síntomas del TLP a lo largo de la adolescencia.
Bibliografía
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