viernes, 21 de enero de 2022

Impacto psicológico de la COVID-19 en niños y adolescentes (II)

 Sin embargo, ¿cuáles serán los efectos psicológicos a largo plazo? De Figueiredo y colaboradores (2021) proponen una reflexión muy interesante basada en cuatro aspectos:

·         Estrés y neuroinflamación.

·         Aislamiento social y alimentación.

·         Plasticidad cerebral.

·         Salud pública y apoyo.

 Se sabe que el estrés continuado puede tener efectos adversos para la salud. Los eventos estresantes durante la infancia y la adolescencia pueden causar una disfunción del eje que regula la secreción hormonal (eje hipotálamo-pituitario-suprarrenal, HPA) y alteraciones en los niveles de mediadores inflamatorios del cerebro que puede conducir a ansiedad, depresión y psicosis. Según los autores de este estudio, parece razonable pensar, ya que se ha demostrado que la inflamación sistémica disfuncional afecta al desarrollo neurológico, lo cual conlleva trastornos cognitivos y del estado de ánimo, que los niños expuestos a todos los problemas derivados de la pandemia por COVID-19 podrían presentar daños fisiológicos y psicológicos a largo plazo.

Se sabe que el estrés asociado al aislamiento social induce a una mayor ingesta de alimentos y, por lo tanto, al aumento de peso. Aunque muchos de estos estudios se han hecho en modelos animales, no debemos descartar la importancia de esta asociación. Concretamente, los autores hablan de una posible relación entre el aislamiento social y una dieta rica en grasas. La leptina liberada por este tipo de dieta inhibe la síntesis de neuropéptido Y producido por el hipotálamo. La liberación de neuropéptido Y es desencadenada por el estrés, lo que minimizaría los efectos del aislamiento social. Es decir, la ingesta de alimentos calóricos podría reducir los efectos del estrés. Esta dieta hipercalórica también produciría cambios en la microbiota intestinal cuyos productos metabólicos producen cambios en el cerebro.

En cuanto a plasticidad cerebral, los autores tienen en cuenta tres aspectos: comportamiento social, desigualdades sociales, abandono y angustia, y entorno de juego y naturaleza. La adolescencia es un periodo de mayor sensibilidad a los contextos sociales. El colegio y el instituto son los entornos sociales más importantes para el adolescente. El confinamiento supuso una ruptura en la interacción con los iguales que trató de suplirse con el contacto virtual. Por otro lado, la no asistencia a los centros de estudios produjo una disminución en la actividad física, aumento en el tiempo frente a pantallas, irregularidad en los patrones de sueño y peor calidad de las dietas, como hemos visto ya. Aunque existan relaciones virtuales, éstas no puedan suplir la necesidad física de contacto esencial para el desarrollo del individuo. La maduración de los circuitos cerebrales corticofrontales y de los circuitos sociales y afectivos se produce en repuesta a las experiencias sociales. Tenemos que tener en cuenta que en la adolescencia es cuando se manifiestan muchos de los trastornos psiquiátricos más comunes y cuando hay un riesgo muy alto de abuso de sustancias y de comportamientos suicidas. 




La desigualdad social es algo que esta pandemia ha dejado al descubierto en toda su crudeza y no sólo por las consecuencias económicas. También se pusieron de manifiesto en las condiciones de cuidado de los menores: maltrato, negligencia, etc. Por otro lado, es muy diferente haber pasado el confinamiento en un pequeño apartamento en una ciudad, que puede no disponer ni de terraza exterior, o en una casa unifamiliar con jardín o parcela en un pueblo o urbanización, en contacto con la naturaleza. El contacto directo con la naturaleza está relacionado con grandes beneficios para la salud, entre ellos, la reducción del estrés. Los niños expuestos a la naturaleza presentan mejor desarrollo físico, comunicación, autocontrol y desarrollo social. Además, hay que añadir los efectos beneficiosos de la exposición solar. También hay que considerar que el juego en el exterior no es igual que el juego en el interior, que conlleva una mayor exposición a pantallas, por norma general, y la falta de ejercicio físico.

Estos autores señalan que los niños y adolescentes han estado expuestos al miedo a contraer la enfermedad, aburrimiento, frustración, sobrecarga de información, problemas económicos y, en fin, a cambios drásticos en su rutina de vida que darán lugar a daños futuros impredecibles que impactarán en los sistemas de salud. De hecho, la Asociación española de pediatría (AEP), en su Segundo congreso digital que tuvo lugar en junio de 2021, exponen que ya se está produciendo un aumento de urgencias psiquiátricas infantiles: depresión, autolesiones, trastornos de la conducta alimentaria, abuso de sustancias, etc.

Para saber más:

(2022). Retrieved 21 January 2022, from https://www.aeped.es/sites/default/files/20210602_ndp_salud_mental_covid-19.pdf

De Figueiredo, C., Sandre, P., Portugal, L., Mázala-de-Oliveira, T., da Silva Chagas, L., & Raony, Í. et al. (2021). COVID-19 pandemic impact on children and adolescents' mental health: Biological, environmental, and social factors. Progress In Neuro-Psychopharmacology And Biological Psychiatry106, 110171. doi: 10.1016/j.pnpbp.2020.110171


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