Esta jornada me ha servido para reflexionar un poco sobre el tema de la discapacidad y el edadismo. Como dice el primer ponente de esta Jornada, Jesús Vidal, al que todos conoceréis por la película Campeones, el “mueble anciano” se pone en la sala de estar. Incluso decora… Si se mueve demasiado, le damos haloperidol. Un parapléjico de 30 años y una persona mayor con movilidad reducida tienen en común eso, que se convierten en un mueble que colocamos en la sala de estar, y que se esté quietecito y no moleste demasiado. El ponente cuenta una historia sobre un familiar suyo que estaba en un centro de día. Le llamó una terapeuta a santo de que este familiar “aplaudía mucho”… Jesús le respondió que, igual, el problema lo tenía ella si no permitía que las personas expresasen sus emociones. Yo trabajo actualmente en teleasistencia para mayores y dependientes, y si me dieran un euro por cada vez que me han solicitado que “me lleve” a un familiar mayor con problemas de conducta (como si yo tuviera un aparcamiento para personas) o que “le den algo” porque no les deja dormir, tendría una pequeña fortuna. Una vez le dije a un familiar que se imaginase que se despierta en una casa que no conoce con gente que tampoco conoce. Le pregunté si sentiría miedo. Me dijo que sí, claro. Le expliqué que eso es lo que sentía su familiar con demencia ahora y que por eso gritaba y llamaba a la Guardia Civil. Estaba en una casa que no reconocía con gente que tampoco reconocía. En ese momento, oí cómo algo hacía click en su cabeza. Y es que los prejuicios nos llevan a comportarnos de cierta manera con los colectivos que precisan cuidados. En principio, un prejuicio es un juicio negativo preconcebido sobre una persona o colectivo; el prejuicio suele conducir a la discriminación. No todas las personas mayores tienen las mismas necesidades, ni los mismo gustos e intereses, igual que no se puede meter en el mismo saco a todas las personas con discapacidad. Un gran dependiente joven no es igual que un anciano.
La siguiente ponente, Mar Romera, con una larga trayectoria en el mundo de la pedagogía, nos habla sobre un montón de cosas interesante, entre ellas, la relación de cuidados. Debe ser una relación vertical, con reglas, de arriba abajo, donde una de las partes tenga mayor control, ya que el cuidado necesita al cuidador para sobrevivir. En una relación horizontal, no hay reglas y esto da lugar al caos cuando se trata de cuidar a una persona dependiente. Es una relación más colaborativa y es el tipo ideal de relación entre adultos, pero no cuando alguien depende de un cuidador. Por otro lado, el cuidador debe estar en las mejores condiciones para poder atender a otra persona, en cuanto a sentimientos se refiere, que no emociones. Las emociones son automáticas, reacciones ante ciertos estímulos, positivas y negativas, y nos ayudan a sobrevivir. Los sentimientos, sin embargo, requieren una reflexión consciente, son los estados de ánimo que surgen de las emociones. Los sentimientos resultan de la evaluación consciente de las emociones y es aquí donde podemos actuar para sentirnos mejor.